La tensión en el área Covid es permanente. El personal trabaja sin descanso. A toda hora alguien se pone o alguien se saca el equipo de protección personal. Las enfermeras preparan medicación. Los médicos hacen cálculos con los laboratorios. Hay que llamar a un familiar para darle noticias, no siempre alentadoras. Algunos pacientes tosen, otros hacen un esfuerzo extra por intentar respirar. Algunos están conectados al respirador. Otros ya salieron de ese estado y luchan por conquistar algo de la mejoría post intubación. Por momentos se paladea la victoria... y por momentos la derrota. Aquí, la pandemia toma su rostro más hostil.
A juzgar por los ánimos, aquella mañana no estaba siendo buena. Se respiraba una cierta tensión en el ambiente. Sonaban las alarmas de un respirador, y por allá un monitor cardiaco anunciaba una nueva descompensación. Reinaba el desanimo, el estrés y el miedo. Entonces Él se hizo presente. Lo había llevado vivo y resucitado, escondido bajo la apariencia del pan, para que una paciente, catequista y mujer de Dios, comulgara. Me vestí con la protección. ÉL ya estaba revestido de su gloria. Y entonces entramos juntos al aislamiento. Preparé lo necesario sobre una mesita, y tuvimos juntos una pequeña celebración. Cuando destapé la teca (la cajita de metal para transportar la Sagrada comunión), fue como si Jesús Eucaristía nos hiciera ver la verdad. Por un momento la Vida conversó con la muerte, y la dama de negro supo que su victoria no es definitiva. Sentí en mi corazón que verdaderamente no hay nada que temer. Con el Señor abriendo camino, todo lo que antes se percibía de aquel lugar dejó paso a la paz, a la confianza, al gozo. La paciente lloraba, pero ya no de miedo sino ahora de alegría. Algo alli cambió para siempre. Porque la oscuridad volvió a saber que en ese lugar reina la luz. Dios está cerca, aunque a veces parezca estar dormido, sigue con nosotros en la misma barca. Aquel día la tempestad fue calmada, y el Señor nos recordó que sigamos confiando con fe. Dios no se ha ido. Sigue siendo alimento y protección. ¡Te amamos, Pan vivo bajado del cielo! ¡Bendito seas Luz verdadera, dador y fuente de Vida!
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SDPTS